Estos seis cuadros conforman la raíz de una serie en desarrollo que explora la intersección entre arte, ciencia y espiritualidad. A través de formas geométricas, gestos abstractos y símbolos energéticos, cada obra propone un viaje hacia lo invisible: lo que late detrás de la materia y la conciencia. El color se convierte en vehículo emocional, oscilando entre la densidad del negro, la vibración del azul eléctrico y la luminosidad de los tonos rosados y violetas. Las composiciones evocan cristales, circuitos, órganos vitales y portales, sugiriendo conexiones entre lo biológico, lo tecnológico y lo cósmico. En conjunto, estas piezas funcionan como mapas interiores, fragmentos de un lenguaje visual que busca expandirse en nuevas obras, invitando al espectador a contemplar la tensión entre caos y orden, vida y trascendencia, interior y universo.